Amuleto -Ali Al-Shalah, Irak



Hace dos años,
cuando opté por el oficio de emigrante,
dejé en una libreta verde mi retrato.
Así no perdí la cara.
Fui el único que deseaba
ser repulsado en la frontera.
Mi personalidad es como fue
y la extranjeria no cambió mis predilecciones.
Fui adicto a la hora de Bagdad.
Me la llevé en mi reloj y en mis datos.
Surtí todas las horas según la hora iraquí.
Un sueño natal
donde las datileras nunca duermen,
los ojos se caen de cansancio.
Un suelo natal cuya pasión
solo nosotros conocemos,
cuando el amor envuelve la voz de la locura.
Un suelo natal
cuyos tormentos no revelamos jamás,
sin embargo, los deseamos.
Acudimos,
tan pronto llama su voz
pues no cuestionamos al oído
por quién clama.
Un suelo natal
somos todos juntos,
también los jardines son
sitios del destierro.
Sentimos tanta nostalgia,
que hasta amamos sus ladrones,
los borrachos,
y el calor del verano en las celdas,
las putas, los conformistas
y refutadores,
a los espias y las cárceles.
Un suelo natal
no parcelable como un mapa.
Es nosotros,
cada irakí es Irak.
¿en cuántos trozos más pretenden partirlo?
Un suelo natal
cuyo emblema somos nosotros.

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